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La práctica ética para los Administradores de Empresas

Las relaciones de poder se ven reflejadas en organismos tan simples como la familia o tan complicadas, como la organización empresarial. Partiendo de un estatus de poder como es el caso de un administrador de empresas, que representa una figura contenida de poder y autoridad, se intenta rescatar el ámbito moral del ejercicio de la profesión, no suponiendo su rol con una connotación negativa al emplear el término “poder”, sino más bien hacer alusión a las responsabilidades que recaen en un administrador cuando está delegado a rendir en distintas áreas y aún más, cuando su enfoque se dirige hacia la gestión del talento humano, esto simboliza por tanto una influencia considerable en la sociedad y es la razón por la cual existe una relación de poder.

Ahora bien, la conexión que existe entre el poder y un administrador de empresas es evidente, puesto que es gracias a su papel de mando y liderazgo que puede desempeñar su profesión a través de las personas, no obstante, afirmar que el poder corrompe, permite trasladar la óptica al meollo del tema que es en definitiva el terreno ético.Para ahondar con respecto a este plano deontológico, se hace un esbozo del pensamiento Kantiano con el fin de abarcar su ética normativa, considerando no el deber como precepto establecido (exterior), sino, como una autolegislación de cada ser humano (interior), dándole cabida a los imperativos que se encuentran implícitos en las prácticas y razonamientos morales planteados por Kant. La ética del administrador como agente influyente en la sociedad se va a juzgar a partir de su voluntad y no por sus resultados, puesto que, aunque en dos situaciones indiquen el mismo resultado, las intenciones no tienen por qué ser iguales. Sin embargo, cabe resaltar la ética en su sentido estricto de la palabra y consigo, la ética profesional, llevando a colación los aspectos más relevantes, esto facilita el conocimiento básico y los parámetros que rigen al profesional de este campo de estudio. Es coloquial escuchar que, a mayor poder, menos ética, puesto que trabajar a

través de una serie de personas que hacen parte de la jerarquía, da la oportunidad de sacar provecho de las situaciones que nadie más vigila, es decir, aquellos escenarios que conciernen a la labor administrativa. Es válido afirmar que antes de ser un profesional, hubo una persona en formación, constituyendo un sistema de creencias y valores, que en ultimas permite considerar que:

Las instituciones son el reflejo del espíritu de los hombres que las conforman, esos hombres tienen el deber de conducirlas y deben proyectar todo su ser en ellas. Existen actores sociales que influyen en las instituciones, las cuales corrompen, y ello lleva a contagiar a las mismas instituciones y a la sociedad que las contiene. (Rosado M, s.f)

La ética Kantiana se ha convertido a lo largo de la historia en una de las propuestas pilares que han regido y siguen rigiendo la forma de comprender el bien, la felicidad y el deber. En ese sentido, es usual que a la ética se le otorgue una restricción con la concepción del bien, con lo correcto y lo socialmente aceptado, del mismo modo, permite a su vez suponer que el mal es la negación de la ética. Sin embargo, no es del todo así, ya que es una rama de la filosofía que cuenta con su teoría e intenta constantemente ser reflexivo para mejorar los estándares normativos, Rebellato (1997) la define como “una disciplina que desarrolla un análisis reflexivo, crítico y racional en torno a las normas, valores y las actitudes de los sujetos en sus comportamientos sociales, profundamente comprometida con el avance de las ciencias, la tecnología y proyectos políticos” (p.1).

Existe una línea que coloca el acento o el fundamento en el deber, esto quiere decir que el sentido del ser humano es entender qué debe hacer y qué no debe hacer, mientras que hay otra línea en el que el fundamento es la felicidad, siendo este el valor supremo del hombre. En ese marco, Kant es uno de los filósofos que más defiende la idea de que la ética tiene que ser la ética del deber.

La teoría de imperativos de Kant es una respuesta para dar a conocer su posición y pensamiento con relación a la moralidad. Un imperativo es un “deber o exigencia inexcusable” (Real Academia Española [RAE], s.f, definición 2). Dicho en palabras llanas, es una orden que se diseñó para obedecer, al mismo tiempo, permite esclarecer que los juicios normativos son aquellos que enuncian normas y estas a su vez, provocan un comportamiento en la sociedad, es así como los juicios normativos son un modo imperativo de la gramática, puesto que expresan algún mandato.

De esta manera, los juicios normativos que postulan deberes se dividen en categóricos e hipotéticos, el primero prescribe sin condición, y, por otro lado, en el segundo; ordenan condicionalmente. “Los imperativos actúan como fórmulas empíricas para conocer y actuar con raciocinio” (“Imperativo Hipotético”, 2021).

Ahora bien, partiendo de esta teoría planteada por Kant se juzgará que, el poder corrompe a un administrador de empresas cuando su ética profesional está fundamentada en una moral de Imperativo hipotético según la perspectiva Kantiana.

En principio, el imperativo hipotético define a una acción como buena porque es considerada necesaria para alcanzar algún propósito, su la regla general es "debes hacer X si quieres conseguir Y". Por citar unos ejemplos, “Si quieres ser feliz, actúa de tal manera”, “Si quieres buenas calificaciones, haz las tareas”, “Sí quieres ser recompensado, ayuda a la gente”, “sí no quieres ser sancionado, acóplate a las normas”, etc. Es decir que lo que motiva a la persona partiendo de esta ética, son factores externos que generan el bien propio y no necesariamente el bien común. “El que quiere el fin, quiere también el medio indispensable necesario para alcanzarlo, si está en su poder” (Kant, 1785, p.31). Este imperativo hace alusión al mismo tiempo a la norma jurídica, puesto que el derecho (la ley) viene a regular rigurosamente las relaciones entre los individuos, siendo este un poder coactivo.

Los actos en donde la ley ha sido cumplida por temor al castigo o por esperanza de recompensa, son actos en los cuales, en la interioridad del sujeto, el imperativo categórico ha sido hábilmente convertido en hipotético. En vez de escuchar la voz de la conciencia moral, que dice "obedece a tus padres", "no mates al prójimo", conviértase este imperativo categórico en este otro hipotético: "Si quieres que no te pase ninguna cosa desagradable, si quieres no ir a la cárcel, no mates al prójimo". Entonces, el determinante aquí ha sido el temor; y esa determinación del temor ha convertido el imperativo (categórico), en un imperativo hipotético; y lo ha convertido en hipotético al ponerlo bajo esa condición y transformar la acción en un medio para evitar tal o cual castigo o para obtener tal o cual recompensa" (García M, 1980, p. 233)

En ese sentido, cabe aclarar brevemente la connotación de lo categórico en el pensamiento de Kant. Hablar de un imperativo categórico dice Kant (1785) no es hacer referencia a la acción y a lo que esta provoca, sino a la forma y el origen de donde sucede, dicho de otro modo, lo fundamentalmente bueno de la acción consiste en la voluntad con la que se llevó a cabo y no el resultado. Para ejemplificar, se puede referir a afirmaciones como “debo decir la verdad”, “el ser humano debe ser solidario”, “hay que respetar a los demás sin importar su raza, genero e ideología” (p. 31).

Habiendo dicho lo anterior, vale la pena hacer una distinción entre los términos hipotético y categórico para lograr el discernimiento en el ámbito empresarial con relación a la ética del administrador.

Resulta contradictorio señalar a un líder de no ético al saber que siempre está actuando conforme a parámetros para conseguir sus objetivos y metas laborales, sin embargo, la moralidad se evalúa según Kant, partiendo de la voluntad del ser humano para ejecutar una determinada acción. Se evaluará lo dicho con un planteamiento en donde se describirá un escenario de practica ética que reflejará la teoría de Kant.

En sociedad se había constituido una empresa para desarrollar una actividad de carácter mercantil, se eligió a uno de los socios para ejercer la administración de la empresa. Entonces, aparece una propuesta por parte de personas dedicadas a negocios ilegítimos certificando que le dejaría el doble de margen de utilidades. En este primer caso el administrador no aceptó puesto que desde su formación como persona, estudiante y profesional aprendió que querer llegar rápido haciendo trampa no daba la satisfacción que daba ver los resultados con esfuerzo propio, además, pasar por encima de las personas (sus socios) no era leal, ni personal ni profesionalmente hablando. Justo el pensamiento que el primer personaje mantiene da a entender mejor el imperativo categórico, ya que su modo de actuar en el escenario de un profesional, coloca por encima su moralidad y en ningún momento se detiene a pensar en las normas legales que lo rigen o en las consecuencias, que posiblemente se desatarían al hacer malos manejos administrativos. Ahora bien, en un segundo caso con características iguales, el administrador se queda meditando la “oferta” que le dejará una gran entrada. Su pensamiento circunda en que sí existe la posibilidad de contarle a sus socios, la decisión evidentemente daría como respuesta un “NO”, y al dar esta respuesta, echaría a perder la propuesta, adicionalmente lo destituirían del cargo. Por otro lado, siendo otra la situación, sí acepta, tendría una constante intranquilidad, ya que realizar una gestión desde el concepto ilegal, significaría el recibimiento de consecuencias no solo en él como administrador, sino a sus socios, sumando las afectaciones que por supuesto sufriría la empresa. Siendo este el caso, decide que no.

El segundo caso también da como respuesta un no, pero con diferentes pensamientos y razones para no hacerlo, él piensa automáticamente en que sus socios se darían cuenta y que, además, las responsabilidades legales no lo perjudicaban únicamente a él, sino a las personas que confiaron en su ética profesional. En ese orden de ideas, el imperativo hipotético se evidencia con el siguiente orden lógico: “Haz tu trabajo conforme a las normas mercantiles, si no quieres terminar privado de la libertad, con sanciones pecuniarias o con la suspensión de la tarjeta profesional”

En el primer caso el mandato se reflejó categóricamente puesto que no existe dentro de ella una condición: “Debo respetar a los demás”, “Debo mantener mi rectitud como profesional”, “Hay que llegar al éxito por los propios méritos”, “No hay que aprovecharse de los demás”, etc.

Si bien es cierto, el panorama anterior es muy limitado puesto que estar a cargo de una empresa, significa por ejemplo tener una junta directiva que filtre todas las decisiones pertinentes, es decir que la administración de una empresa compromete a varios miembros y no le daría la facilidad ni a un solo socio de hacer manejos corruptos que afecten a la empresa. Sin embargo, lo que cabría agregar al planteamiento es el rol que juega el poder dentro de las relaciones profesionales.

El poder se entiende de diferentes maneras en las áreas de la vida, se asocia con superioridad, autoridad, injusticia, con el gobierno y sobre todo con la corrupción. Algunos comprenden el poder como una capacidad del ser humano para influir a las personas y llevar a cabo diversas actividades que requieren de un esfuerzo masivo. Por otro lado, hay quienes piensan al poder en sí mismo, no como una capacidad sino como un cargo. En tal sentido, es un fenómeno social que se ha ido degradando por sus características mismas y todo lo que implica estar en una posición de poder. Se piensa a la ética y al poder como dos líneas paralelas que se miran a distancia, pero no se involucra una a la otra.

A lo largo de la historia se han evidenciado muchos casos en los que se rescata principalmente que llegar al poder tiende a cambiar la conducta de las personas, el pensamiento y sus valores, ya que permanecer en un cargo de privilegio les hace creer que no tienen restricciones (deberes), por tanto, la percepción sesgada de que sus consecuencias no poseen repercusiones graves y por ende castigos, los hace actuar desproporcionadamente. Hay quienes priorizan el bienestar propio donde el común no se debe violentar, olvidan el propósito de su misión y el de la organización que dirige, considerar a las personas como maquinas empleándolas únicamente como un medio para un fin, dejando de lado su integridad y su valor como persona, son unos de los errores que una persona con poder suele cometer.

Los efectos nocivos del mal uso provocan una patología cuyos síntomas son conocidos: indiferencia ante lo que otros piensan; frialdad hacia los sentimientos de los demás; pérdida del sentido del riesgo o de la proporción en el perfil de prioridades con el que se dirige la institución, tendencia a rodearse de personajes poco independientes intelectual y económicamente; juicio simplista, estereotipado, de los individuos y de los acontecimientos; sobrevaloración de la imagen y de las capacidades personales; conductas inapropiadas, como humillar en público y en privado, excesos relacionados con la comida, la bebida, el sexo, las drogas, etcétera. (Huete L, 2019, párr. 8)

Con todo y lo anterior, cabe recalcar que un administrador debe de reflexionar y redefinir los principios sobre los cuales basa sus acciones, es válido enfatizar que el manejo correcto de una empresa se ve reflejado en cuestiones tan sencillas como una competencia justa y la cultura organizacional.

El ser humano tiende a subordinar el interés común para hacer cumplir sus intereses propios, se puede entender como un mecanismo de supervivencia o en otros casos por cuestiones de egoísmo, Hobbes pretendía hallar, explicar y entender los impulsos del hombre al imponer por la fuerza sus deseos y ocasionar caos por esto. Es así como parte de un estudio de la naturaleza humana donde señala que cada ser humano se autopercibe como el centro del mundo, generando una interpretación absolutamente sesgada en donde priman sus intereses, pensamientos y experiencias. Afirmando incluso que:

Las leyes de naturaleza son por sí mismas, cuando no existe el temor a un determinado poder que motive su observancia, contrarias a nuestras pasiones naturales, las cuales nos inducen a la parcialidad, al orgullo, a la venganza, y a cosas semejantes (Hobbes, 2005, p.137).

Es válido afirmar entonces, que un cargo de autoridad (poder) permite conocer verdaderamente los cimientos, valores y ética de una persona, al no estar subordinado ni vigilado, ya que tiende a actuar conforme a sus impulsos naturales e intereses propios, tal como lo señalaba Hobbes. En definitiva, un administrador que esté a cargo de una organización y que como profesional se dedique a actuar según a lo pertinente para su propio bien (Imperativo hipotético), fácilmente el cargo de poder lo corromperá apenas la oportunidad desfile ante sus ojos.

Como contrargumento, se puede refutar que la ética profesional consiste en principios y normas que se deben de cumplir a cabalidad, dejando de lado sí las acciones tuvieron o no buenas intenciones, lo verdaderamente importante es acatar las normas que rigen al profesional. Así como en el ejemplo anterior, ilustrado el escenario de un administrador de empresas, en ambos casos el resultado fue idóneo puesto que ninguno cedió a la propuesta que inflige el artículo 15 y 7 del título I de deberes del administrador de empresas, que se encuentra en el Código de Ética del Administrador de Empresas (1987), que menciona “Se abstendrá de prestar servicios profesionales a personas o entidades cuyas prácticas u honorabilidad estén en contra de los principios éticos o fuera de la Ley” y “El Administrador de Empresas debe tener como imperativo, el cumplimiento estricto de las normas consagradas en la constitución y las Leyes”. En ultimas, lo crucial es cumplir con la ley, “Acata los deberes legales si no quieres perder el trabajo”

Por otro lado, generalizar que el poder corrompe tiende a ser una falacia en algún modo, puesto que no todas las personas buscan lucrarse o salirse con la suya al momento de estar al mando, debido a que la ética no se aprende leyendo un código de ética, las personas que ostentan de valores ya arraigados lo consiguieron por su praxis continua. La ética se practica y en esa medida, se va incorporando al sistema de virtudes de una persona, es por esto cuando se está en una posición de poder, no se corrompe, más bien revela lo que siempre fue, lo que pocos vieron y, sin embargo, sabían que aparentaba. En ese sentido, la ética profesional se separa de la ética personal, entendiendo que la primera implica la permanencia en un cargo, y en la última, los principios se van adquiriendo a medida del desarrollo personal, teniendo en cuenta el entorno social, escolar y familiar.

Recapitulando, según Kant, la ética se juzga por la voluntad para realizar una acción y, en su planteamiento, postuló el imperativo categórico e hipotético, el primero se refiere a la ausencia de condiciones para basar las acciones y, en el segundo, se tiene en cuenta el fin (beneficio) que se obtendrá para decidir actuar.

Considerando a un administrador como agente de influencia y contenido de autoridad sobre otras personas, se examina al poder con la finalidad de descubrir los probables casos en el que la ética de un administrador de empresas se puede pervertir.

En discusión, se puede mencionar que finalmente lo que define a la ética del profesional son las acciones buenas y malas acordes con el código que lo rige, y no lo determina precisamente las intenciones con las que se realice, después de todo, no hay método concreto para evaluar la voluntad de cada profesional, entendiendo voluntad como aquello que verdaderamente se desea, sin la intervención de factores externos como, por ejemplo, la ley.

Si se sigue la línea y se unen los aspectos desarrollados hasta ahora, se puede concluir que el cimiento de la ética profesional consiste en una serie de principios que una persona adquiere y, conserva a lo largo de su experiencia, dicho en palabras llanas, para ser un profesional ético primero se necesita ser una persona ética. Quien sufre de una precariedad de valores morales y del anhelo perpetuo al bien propio, que es la naturaleza que Hobbes le atribuye al ser humano, tiene la susceptibilidad de permanecer endeble moralmente hablando. Por tanto, es legítimo afirmar que el poder corrompe sólo a quien se mantiene predispuesto a hacerlo. En ese orden de ideas, la manera de actuar se logra explicar con base en el imperativo hipotético que postuló Kant, es decir, “sí el beneficio es para mí, si lo hago”, puesto que la ausencia de una ética bien fundamentada, remite a la persona a comportarse de acuerdo a las condiciones extrínsecas.

Un gran profesional reconoce sus miedos, virtudes y destrezas para así poder gestionar conscientemente sus intenciones, antes de liderar a un número determinado de personas, debe primero aprender a dirigir cuestiones de su vida personal, que atañen en cierto modo en el buen cumplimiento de sus funciones.

En suma, el poder corrompe al administrador de empresas cuando su razón para actuar está condicionada por sus intereses propios y no arraigada a un sistema lo suficientemente estable que le permita llegar a ser un excelente profesional.


Referencias

García, M. (1980). Lecciones preliminares de Filosofía. (9ᵃ Ed) Editorial Porrua. http://www.inmaculada.com.es/53.%20LACABEZAENSUSITIO.pdf

Hobbes, T. (2005) Leviatán o La materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil. (5ª Reimpresión). Fondo de cultura económica. https://filosofiapolitica3unam.files.wordpress.com/2015/08/hobbes-thomas-leviatan-fce-completo.pdf

Imperativo Hipotético. (28 de junio de 2021) En Wikipedia. https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Imperativo_hipot%C3%A9tico&oldid=137313802

Kant, I. (1785) Fundamentación metafísica de las costumbres.(Primera Edición) Edición de Pedro M. Rosario Barbosa https://pmrb.net/books/kantfund/fund_metaf_costumbres_vD.pdf

Real Academia Española. (s.f). Imperativo. En diccionario de la lengua española. Recuperado en 17 de septiembre de 2021, de https://dle.rae.es/imperativo

Rebellato, J. (1997) Ética de la autonomía. Montevideo. Editorial Roca Viva. https://kupdf.net/download/rebellato-1997-etica-de-la-autonomia-congimenez_59a75c3ddc0d60fe4c568ee7_pdf

Rosado, M. (s.f) El pensamiento ético y político de Aristóteles en la formación del ciudadano colombiano.


 
 
 

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